Claudio Abbado o la música como «educación del Hombre»
El director de orquesta italiano, fallecido hoy a los 80 años, consagró su carrera a la formación de jóvenes y desfavorecidos
20.01.14 - 18:33 -
Claudio Abbado renovó la dirección musical al frente de las
más elitistas orquestas del mundo, desde La Scala de Milán a la
Filarmónica de Berlín, pero sobre todo se preocupó de la divulgación
entre jóvenes y marginados, fiel a su idea de que la formación musical
era en realidad "la educación del Hombre".
Abbado, fallecido hoy en Bolonia a los 80 años, llevaba la
música en las venas, como hijo de padre violinista y profesor de
conservatorio y de madre pianista, y estudió composición y piano en el
Conservatorio milanés 'Giuseppe Verdi' y dirección de orquesta en las
academias 'Chigiana' de Siena y de Viena.
En 1965 se dio a conocer internacionalmente al obtener un
gran éxito en el Festival de Salzburgo con su dirección de la Segunda
Sinfonía de Mahler, uno de sus compositores preferidos, que le abriría
las puertas ya en los años 70 de La Scala de Milán, la Filarmónica de
Viena y la Sinfónica de Londres.
Este "artista del siglo", como le denominó la asociación de
críticos musicales alemanes, dejó sobre todo su impronta en su paso por
la Filarmónica de Berlín, donde fue designado como sucesor del
austríaco Herbert von Karajan el 8 de octubre de 1989, un mes antes de
la caída del muro de Berlín.
Los ciclos temáticos y literarios, como los dedicados a
Hölderlin y a Shakespeare, y la interpretación de obras de compositores
contemporáneos como Luigi Nono o Karlheinz Stockhausen, le granjearon
fama de renovador al músico italiano, que con el paso los años mejoró
las tensas relaciones iniciales con la orquesta berlinesa, de la que se
despidió en 1989.
Volcado en la educación
Admirador de Mahler, Beethoven, Debussy y Brahms, Abbado
nunca perdió de vista lo que la "magia" que él descubrió a los siete
años podía hacer por la educación de los más desfavorecidos, y fue
fundador y director musical de la Orquesta Juvenil de la Unión Europea
(1978), la Orquesta Juvenil Gustav Mahler (1986) y o la Orquesta Mozart
(2004) en las que volcó su compromiso con jóvenes músicos.
Los mismos con los que compartía "la pasión y el amor por
la música" y la misma "magia" que le convenció cuando era un niño de que
"quería hacer aquello que estaba escuchando", explicó durante su visita
a Madrid en octubre de 2010, para recibir la Medalla de Oro del Círculo
de Bellas Artes.
La batuta de Abbado tornó incluso en "revolucionaria" al
abrazar el sistema de escuelas musicales de Venezuela, en 2010 dirigió
la Orquesta Juvenil Simón Bolívar, una experiencia que le permitió
confirmar que "la música salva a los jóvenes de la criminalidad, la
prostitución y la droga".
Para su debut en 1999 en Venezuela con su Orquesta Juvenil
Gustav Mahler, la primera también que ofreció audiciones a músicos de la
Europa del Este, Abbado eligió la Séptima de Mahler porque "con las
obras de ese compositor siempre se aprende. En Mahler subyace un
profundo dolor, aunque yo encuentro en sus creaciones una buena dosis de
humor y gran sentido lúdico", explicó entonces.
Y en plena "prórroga", como él decía tras superar un cáncer
de estómago diagnosticado en 2000, en los últimos años puso en marcha
proyectos en las cárceles, en los pediátricos de los hospitales y en las
escuelas, llevando conciertos de cámara a los más pequeños porque, la
educación musical es, en realidad, "la educación del hombre", explicaba.
Abbado, un apasionado de la botánica, actividad a la que
dedicaba todo su tiempo libre, creía que la música, "como lenguaje
universal, tiene un profundo valor estético y es necesaria para la vida
cotidiana del hombre, porque se basa en la escucha recíproca". Así lo
explicaba en España en junio de 2011, cuando recogió el Premio Don Juan
de Borbón de la Música.
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